- Dios es omnisciente: sabe todo (lo que hicimos, lo que hacemos, lo que haremos). Pero en Él no hay pasado, ni futuro. Es siempre presente, porque Él es.
- Entonces, yo voy a hacer lo que Dios ya sabe. ¡Estoy predestinado!
- ¡No! Esas acciones tú no las vas a hacer porque Dio lo sepa y te esté “obligando” a hacerlas; sino al contrario, Dios lo sabe porque (como en Él no hay tiempo) “te ha visto” cómo actuarás. No estás predestinado. Tú siempre elegirás libremente. Él simplemente sabe el uso que harás de tu libertad.
- Pero, ¿cómo así que Él ya sabe?
- Mira, desde nuestra perspectiva temporal terrestre podríamos decir que Él aún no lo sabe (sólo sabe las posibilidades) y sólo lo sabrá hasta que nosotros hagamos la elección. Pero como Él es eterno, él ha seguido siendo. En su perspectiva, Él ya lo sabe en su eterno presente.
- Mmm, pero si en su eterno presente Él ya sabe que me condenaré, ¿de qué sirve que Él quiera que no me condene? ¿hay una contracción entre saber y su querer?
- Precisamente ese es el pecado: apartarse de Dios. Apartarse de lo que Él quiere para cada uno. En efecto, hay una diferencia.
- ¿Y causa esa diferencia?
- El pecado no lo origina Dios. El pecado surge del demonio tentador (que, aunque algunos lo nieguen, sí actúa) y de la gran debilidad que tienen todas las personas.
- Entonces, ¿estaba en su plan que yo me condenara?
- Bueno, la cuestión de la condenación o la salvación en un tema mucho más complicado, porque depende del estado de gracia en la que se encuentre el alma en el momento de la muerte. Desde nuestra perspectiva se podría decir que Él aún no sabe (en el ahora de nosotros) si te condenarás. Tú te puedes arrepentir (abrirte a Dios) o rechazar a Dios hasta el último instante de tu existencia. Y de eso dependerá la eternidad.
- Pero, entonces ¿qué incluye el “plan de Dios”? ¿es lo mismo que la “voluntad de Dios”?
- Primero, hay que distinguir entre la palabra “plan” que aplica de manera análoga a Dios, por tanto, no significa exactamente lo mismo. Nosotros generalmente lo relacionamos con “proyecto” que vamos formulando en nuestra cabeza y que tiene un inicio, desarrollo y final. Nuestro proyecto siempre es perfectible. Y si algo sale mal, a veces se desvía el fin o se paraliza todo el proyecto. Pero, en Dios es diferente: no está en su cabeza, sino en su ser (el cual mantiene la existencia de todo); no es perfectible, ya es perfecto; el inicio es el amor y el fin es alcanzar el amor, alcanzar el bien, ser felices. Si algo sale mal, no cambia el fin, éste sigue siendo el mismo: alcanzar la felicidad, el bien, el amor.
- Ohhhh… Yo pensaba que su “plan” era que siempre hiciera las cosas bien, porque a veces se nos dice que pensar en el plan que Dios tiene para nosotros y hacer lo necesario para cumplirlo.
- Pues, te lo repito: su plan es que seas feliz, que alcances el amor. Eso depende de las decisiones que libremente tomes libremente. Y digo decisiones (en plural) porque a diferencia de los ángeles (que eligen una sola vez y para siempre), nosotros elegimos una multitud de veces.
- Bueno, ¿entonces el “plan de Dios” es lo mismo que la “voluntad de Dios”?
- Bueno, quizá se pueda hacer una distinción entre el plan (que es lo que te expliqué antes) y la “voluntad de Dios”, que en efecto es que siempre elijas lo mejor: estar con Dios-hacer el bien. Y eso aplica para todos.
- Pero no siempre hacemos “su voluntad”
- Así es. El pecado nos saca por completo de “su voluntad” (de ese momento). Pero nos mantiene en el “plan” (que tiende al fin: el amor), y precisamente allí podríamos hablar de la “misericordia” de Dios, que nos mantiene en la existencia a pesar de haber elegido en contra de ÉL.
- Pero uno podría pensar que Dios quiere sacar un bien de un mal
- Sin embargo, no es así. Las apariencias engañan. Uno podría ver la relación causa (mal) – efecto (bien), cuando una persona se arrepiente, pide perdón, perdona o repara. Pero eso interrelación no significa causalidad. Allí la verdadera causa es la libertad y el efecto es la elección (que puede ser hacer el bien o el mal). Dios no quiere sacar un bien de un mal, sino que respeta ante todo el bien de la libertad humana y todo lo que de ella depende.
- ¿Y qué depende de ella?
- Mira, tú libremente puedes elegir el bien. Y libremente puedes elegir el mal (y eso está mal) y Dios no quiere sacar un bien de ello. Pero Él y nosotros podemos sacarle un bien, como: el arrepentimiento, pedir perdón, perdonar, levantarse, reparar. ¡Por eso la libertad humana es tan grandiosa! Nos permite llegar a ser el peor criminal y que desde esa miseria nos levantemos a ser un heroico santo.
- Pero, ¿cómo se entiende el sufrimiento y el dolor? ¿Esa es “su voluntad” o “su plan”? ¿la enfermedad, la guerra, la muerte dónde queda?
- Complicado… Pero, el fin sigue siendo el mismo: que alcances la felicidad, la plenitud. Aún en el sufrimiento o en la pobreza se puede hallar un sentido a la vida y ser feliz, porque la felicidad está en el ser, no en el tener. Por eso se pueden ver enfermos y personas pobres felices. Y también se puede ver a sanos y ricos muy infelices. El “plan de Dios” no cambia nunca. El dolor tiene una dimensión pedagógica (que depende cómo lo asuma el sujeto), pero tiene una dimensión ontológica, pues nos hace comprender la finitud de esta vida, la miseria de la que somos capaces y las carencias que tenemos en múltiples sentidos.
- Entonces, ¿debemos resignarnos al sufrimiento?
- Debemos aceptarlo de una manera valiente y madura. Pero no quedarnos con las manos cruzadas. También la experiencia del dolor nos descubre nuestra capacidad de trascender los límites materiales y a nosotros mismos. Debemos ACTUAR solidariamente con el hermano que sufre. Imitando a Cristo podemos darle un sentido redentor al dolor en el amor. Hay que poner TODOS los medios posibles por eliminar el dolor, pero manteniendo la certeza de que somos finitos y no lo podemos todo, esperando con fe que Él sí quiere y lo puede transformar.
- Bueno, quizá ya está un poco más aclarado el “para qué” del sufrimiento y el “qué hacer” ante él. Pero sigue la pregunta de si ¿acaso Dios quiere el sufrimiento? ¿está en “su plan” o “su voluntad”?
- Mmmmm, No. Él no lo quiere, ni tampoco es la causa de éste. No es que él no “ponga”, sino que Él permite toda la interrelación entre las decisiones de todos los hombres, Todos los problemas que aquejan al hombre los podemos rastrear y remontar a un momento en el que el hombre hizo mal uso de su libertad, consciente o inconscientemente. Por tanto, las situaciones de mal y sufrimiento no las pone Dios, sino que él permite la interrelación de todas las libertades (que en muchas ocasiones escoge incorrectamente)
- ¿Y por qué escogemos así?
- Bueno, la principal causa es el pecado. El demonio que tienta a las personas. La otra es la debilidad humana, pues tenemos un cuerpo que es carente y que sufre, también la inteligencia tiene conocimientos limitados y por eso escoge mal. Y la otra es que, a veces, la libertad está condicionada (como en una guerra o en un sistema económico perverso)
- A ver, pon un ejemplo del “rastreo”
- Mira
o Muerte, enfermedad, pecado: por el Pecado original cometido por Adán y Eva tentados por el demonio
o Enfermedad (cáncer): no protección a las condiciones que nos hacen daño, mala alimentación, vicios
o Accidente: iba borracho o cerró los ojos o movió el volante o no sabía o no midió la velocidad
o Desigualdad extrema: sistema capitalista que por naturaleza tiende hacia la concentración
o Ideologías: mal uso de la razón y difusión masiva de ideas erróneas
o Guerra: confrontamiento entre los dirigentes (de ideologías) y de sus seguidores
o Asesinato: la persona no razona, está loco o está cegado por la rabia o alguna ideología
- Y qué pasa con esas cosas que de verdad no se pueden prevenir, como un terremoto
- Pues poco a poco vamos descubriendo nuevas cosas, precisamente esa es la misión de la ciencia, descubrir las causas de tales fenómenos. Otro ejemplo:
o Terremoto: que uno piensa que es inevitable y así es, pero podemos construir en zonas que no sean sísmicas y no habría tantos daños o haríamos construcciones cada vez más resistentes como en Chile
o Enfermedad congénita: aún no hay respuesta a eso, pero la medicina sigue avanzando y va descubriendo posibles causas con otras cuestiones (algo hereditario, ambiental, fisiológico…)
- Entonces, ¿todo el mal lo podemos explicar racionalmente?
- Bueno, las ciencias están en ese camino de descubrir. Pero el mal no es sólo culpa del hombre, sino del demonio que tienta y confunde al hombre.
- Okey. Pero sigue la pregunta, ¿cuál es su voluntad?
- Bueno, como te decía, el mal está en el “nudo” del plan de Dios. Esta situación de mal no es que la “ponga” Dios, sino que la permite. Su voluntad propiamente es cómo quiere que tú actúes: cómo deber asumir esa situación. Su voluntad es que hagas el bien, que no reniegues del sufrimiento, que puedas superar el mal. La no-voluntad de Dios sería que te resignaras tristemente y pasivamente, sin hacer nada y rebelándote contra Él.
- Pero, si como decías antes, Dios no es el que pone las situaciones de nuestra vida diaria. Entonces, ¿cómo interviene Él?
- Bueno, generalmente Dios no se pone a cambiarnos la vida así de la nada. Se podría decir que ya interviene en el sentido de que permite la coordinación e interrelación de decisiones humanas que afectan, para bien o para mal, a los demás. Pero Dios nos inspira en cierto modo la decisión cuando tiene un efecto positivo, es a través de a gracia actual, que ilumina el entendimiento de la persona (inclusive si ser creyente). La decisión buena la toma la persona, pero tuvo una gracia anterior que vino de Dios. Por el contrario, cuando la persona libremente rechaza la gracia, la decisión que toma tendrá efectos negativos.
- Mmmm, entonces esa gracia la reciben todas las personas.
- Así es. De hecho, esta es otra demostración de que Dios es la causa y el hombre es la condición. Sin embargo, Dios puede actuar en el mundo sin necesidad del hombre y aún así respeta su libertad.
- ¿Cómo?
- Son las cosas que pasan de la nada, sin intervención del hombre, ni del demonio. Son los milagros: la permanente creación, los cuerpos incorruptos, las sanaciones milagrosas.