15/2/19

Condena del catolicismo a la usura

Introducción: Shakespeare, su entorno, su vida y su obra
El Mercader de Venecia, magna obra literaria redactada por el célebre escritor inglés William Shakespeare y publicada en 1600, aborda en una serie de múltiples temas, tales como: el amor, las operaciones comerciales y mercantiles, la usura, el antisemitismo, la economía italiana renacentista, el legalismo, el cristianismo, incluso un primitivo feminismo.

Es muy difícil entender e interpretar de buena manera un libro, sin conocer la biografía del autor, las características de su entorno social y la conexión del libro en su obra completa. El tiempo en que vivió Shakespeare fue un periodo histórico alborotado. El mundo occidental estaba terminando de transitar de la Edad Media -que se centraba en lo religioso y lo sagrado- hacia el Renacimiento -que se quería centrar en lo humano y lo profano-. Los impactos sociales, políticos y económicos no tardaron en producirse.

Durante el medievo, gran parte de la población era analfabeta y el conocimiento se difundía o censuraba según las decisiones de la jerarquía de la Iglesia Católica. Los renacentistas querían libremente leer y divulgar los autores clásicos -griegos y latinos- sin restricciones religiosas. En Alemania, en 1517 el monje Martín Lutero inició un movimiento que acusaba la corrupción de la jerarquía de la Iglesia y negaba la autoridad del Papa. Por el impacto que tuvo, la “Reforma Protestante” originó una de las divisiones más grandes del cristianismo[1].

En Inglaterra la cuestión religiosa se complicó aún más. El rey Enrique VIII rompió relaciones diplomáticas con el Vaticano en 1534, porque él deseaba divorciarse de su esposa y el Papa no se lo permitió. Enrique VIII murió en 1547 y durante más de una década hubo confrontaciones políticas y religiosas en Inglaterra[2].

En medio de tal entorno, nació William en 1564 en la pequeña ciudad Stratford-upon-Avon. A pesar de que Inglaterra era anglicana, su padre era católico. Por tanto, su formación se dio entre dos mundos, aunque no muy separados, pues la base religiosa seguía siendo cristiana.
“La andadura de Shakespeare como dramaturgo empezó tras su traslado a Londres, donde rápidamente adquirió fama y popularidad en su trabajo para la compañía Chaberlain's Men, más tarde conocida como King's Men, propietaria de dos teatros, The Globe y Blackfriars. (...) Su estancia en la capital británica se fecha, aproximadamente, entre 1590 y 1613, año este último en que dejó de escribir y se retiró a su localidad natal.”[3]

La intensa actividad de Shakespeare como dramaturgo le dio fama desde que estaba en vida. Sus obras completas, en total catorce comedias, diez tragedias y diez dramas históricos, son textos clásicos de la literatura universal. Entre las más conocidas, destacan las comedias “El mercader de Venecia”, “Como gustéis”, “El sueño de una noche de verano”, “La tempestad”; las tragedias “El rey Lear”, “Hamlet”, “Otelo”, “Macbeth” y “Romeo y Julieta”. Todos sus textos son una magnífica conjugación de los sentimientos y ambiciones del ser humano por eso agradan tanto a los lectores y espectadores.

Antes de entrar a analizar en profundidad el tema que ha llamado la atención del autor de este ensayo, reconozcamos rápidamente las cuatro historias entretejidas en “El mercader de Venecia”: la amistad entre Antonio y Bassanio, el amor entre Bassanio y Porcia, el contrato entre Shylock y Antonio, y el juicio en las cortes venecianas. Shakespeare demuestra su ingenio al conjugar estas cuatro narraciones ficticias en una geografía y un calendario concreto que logran una comedia amena y unitaria.

La pregunta que guiará el desarrollo de este ensayo será: ¿cómo representa Shakespeare la relación del catolicismo con la usura en la comedia “El Mercader de Venecia”?

Desarrollo: Shakespeare, el catolicismo[4] y la usura
Para muchos, el personaje más sorprendente y recordado es Shylock, el judío usurero obstinado e irrazonable. Llama la atención que Shakespeare hiciese una descripción tan ruda de la personalidad, las palabras y los gestos de un judío. Algunas personas han llegado a considerar que “El Mercader de Venecia” es una apología del antisemitismo[5]. Sin embargo, el crítico literario Frank Kermode sugiere que “Shakespeare pensó primero en la usura y después en los judíos, que tradicionalmente la practicaban”[6].

Empero, la antipatía de los cristianos hacia los judíos era bastante anterior, por el hecho de que el pueblo judío era considerado como el que había asesinado a Jesucristo, el Mesías, el Hijo de Dios. Así, se convirtieron en un pueblo deicida. En un pasaje, Shylock le hace ver a Antonio cómo ha sido maltratado en anteriores ocasiones:
“Señor Antonio, innumerables veces me habéis reprendido en el puente de Rialto por mis préstamos y usuras, y siempre lo he llevado con paciencia (…) Me has llamado infiel y perro: y todo esto sólo por tu capricho (…). Ahora me necesitas, y vienes diciendo: «Shylock, dame dineros.» Y esto me lo dice quien derramó su saliva en mi barba, quien me empujó con el pie como a un perro vagabundo que entra en casa extraña. ¿Y yo qué debía responderte ahora?”[7]

Shakespeare aquí evidencia, que el rechazo de los cristianos a los judíos además de tener orígenes religiosos, también tiene motivaciones económicas. Los cristianos, veían de muy mala manera la usura. La usura actualmente es definido por la RAE como el “interés excesivo en un préstamo”. En aquella época, según lo que narra la comedia, el simple hecho de prestar con interés ya era considerado una práctica usuaria.

El autor inglés muestra también en las posturas de Antonio y Shylock con respecto a la legitimidad de la usura. Shylock le recuerda a Antonio el relato bíblico que narra el “contrato” entre Jacob y Labán, en donde Jacob -personaje fundamental en la historia judía- se beneficia del trato realizado. Shlylock defiende su práctica usuraria al afirmar que Dios maldice el robo, pero bendice el lucro honesto. Antonio le replica que el beneficio que obtuvo Jacob fue por un milagro de Dios y no por las fuerzas del hombre. Como ya lo señala Jaques Le Goff[8], la Biblia tiene contradicciones y dependiendo de quién y cómo lea las “Sagradas Escrituras” se pueden afirmar dos cuestiones opuestas.

En el ejercicio investigativo del ensayista, al revisar la Biblia, se lee un breve versículo del  Levítico (25,36): «No tomarás de tu hermano interés ni recargo». La pregunta en que se vieron inmersos los antiguos doctores de la ley y los modernos hermeneutas es ¿quién es mi hermano?  Este capítulo del Levítico hace distinciones claras para el trato a los hermanos y los extranjeros.
“Los judíos, al considerarse descendientes de Jacob, son hermanos y no pueden cobrar ningún tipo de interés entre ellos, pero sí a los demás, incluidos a los cristianos. Por el contrario, éstos últimos consideran a todos los hombres hermanos, por lo que de acuerdo con el precepto bíblico se incurre en pecado cuando se presta cobrando un tipo de interés. En ello redunda la doctrina de Jesucristo, cuando en el sermón de la montaña, entre otras cuestiones, establece que «amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar remuneración; así será grande vuestra recompensa...»).”[9]

Esta distinción es fundamental para comprender las posturas que muestra Shakespeare:
“ANTONIO - Volveré a insultarte, a odiarte y a escupirte a la cara. Y si me prestas ese dinero, no me lo prestes como amigo, que si lo fueras, no pedirías ruin usura por un metal estéril e infecundo. Préstalo, como quien presta a su enemigo, de quien puede vengarse á su sabor si falta al contrato.
SHYLOCK. - ¡Y qué enojado estáis! ¿Y yo que quería granjear vuestra amistad, olvidando las afrentas de que me habéis colmado? Pienso prestaros mi dinero sin interés alguno. Ya veis que el ofrecimiento no puede ser más generoso.
ANTONIO. - Así parece.
SHYLOCK. Venid a casa de un escribano, donde firmaréis un recibo prometiendo que si para tal día no habéis pagado, entregaréis en cambio una libra justa de vuestra carne, cortada por mí del sitio de vuestro cuerpo que mejor me pareciere.
ANTONIO. Me agrada el trato: le firmaré, y diré que por fin he encontrado un judío generoso.”[10]

La usura es un fenómeno muy particular, a tal punto que la salvación y la condenación del alma depende de su relación con aquella. Antonio, es puesto por Shakespeare como un prototipo del ideal cristiano, tiene clara la enseñanza de la Iglesia Católica, que se había actualizado en el Concilio de Trento celebrado en 1545, el cual “supuso una revisión y una puesta al día de las fuentes bíblicas y el pensamiento de los padres de la Iglesia (…). En ellas, los moralistas encontraron suficientes alegatos de repulsa a la avaricia y a todo tipo de usura.”[11]Shakespeare deja claro que para ayudar a un amigo, Antonio tendrá que recurrir a Shylock, el usurero; a pesar de que él que nunca ha prestado a interés.

Dada la importancia de Shylock en la obra, se ha planteado la posibilidad de que hubiera algún modelo real en la Inglaterra de Shakespeare. Pero, es complicado determinar si el autor conoció a algún judío, ya que ellos fueron expulsados por Eduardo I en 1290 y no fueron oficialmente readmitidos en Inglaterra hasta 1655 por decisión de Cromwell. Una posibilidad podría ser que el mismo William realizó un viaje a Italia y pudo conocer -o por lo menos escuchar- sobre la presencia y actividad de judíos en ciudades comerciales, como la Venecia renacentista.

Shylock es descrito por Shakespeare como un obsesionado del dinero, como alguien que es incapaz de sentir con corazón humano. Para el judío, todo aparece revestido de interés, de utilidad. Le importa el “fiador”: no la persona, sino su solvencia monetaria. Confunde su cuerpo con sus propiedades al decir a su hija “Tapa los oídos de mi casa (las ventanas): que el ruido de la vana ligereza no entre en mi digna casa”. También con ese criterio utilitarista juzgará a su propia hija cuando, se entera que ha huido con un amigo de Antonio. Por toda la ciudad va gritando: “¡Mi hija! ¡Mis joyas! ¡Mis ducados!”. El judío se destaca por su preferencia incondicional por lo concreto y material; más aún su empeño por conseguir que su contrato se cumpla a cabalidad, va más allá de poseer una libra de carne. Esa libra de carne cristiana también representa una reivindicación de su raza y de su pueblo ante las injurias, las ofensas y los desprecios que sufren por parte de los cristianos. Así, en uno de sus diálogos Shylock recalca una semejanza entre judíos y cristianos: ambos odian a sus enemigos.

Conclusión
Tras haber hecho este recorrido por la obra “El Mercader de Venecia” de William Shakespeare, se intentó descubrir y señalar la curiosa relación del catolicismo -y también del del judaísmo- con respecto a la práctica usuraria. 

Muchos creerían (de hecho, muchos economistas en la actualidad así piensan) que la economía no tiene nada que ver con otros problemas sociales y mucho menos con la religión. No obstante, ya lo decía Karl Polanyi:
“La política y la economía son temas esencialmente religiosos porque la religión se ocupa del ámbito personal y estos temas no son sino diferentes aspectos de la relación de los seres humanos. (…) Esto no significa que los problemas políticos o económicos sean meramente religiosos (…) sino que significa que, a veces, los problemas planteados pueden ser insolubles, a menos que se dé prioridad a las razones religiosas.”[12]

La riqueza y el dinamismo que conocemos de la Venecia renacentista sin duda se debió a personas, que como Shylock, se dedicaban al préstamo de dinero y le inyectaban efectivo a la economía. La complicación está en que a partir de la interpretación de un pasaje del Antiguo Testamento se dan dos posturas antagónicas: la judía que permite el préstamo con intereses y la cristiana, que lo prohíbe.

Por su organización interna, fueron las comunidades judías quienes impulsaron este tipo de actividades, pues entre sus miembros no se aplicaban tasas de interés. Además, debido a que en muchas legislaciones de la Europa continental les estaban restringidas muchas actividades a los judíos, ellos se dedicaron -tras bambalinas, e incluso en el anonimato- al desarrollo del capital usurario.

Poco a poco, la práctica del préstamo con interés se fue normalizando dentro de las actividades comerciales de las diferentes regiones, llegando a ser aceptado -al menos en los hechos- por la Iglesia Católica. No obstante, en el “Mercader de Venecia” se puede apreciar que la visión shakesperiana del dinero era un poco limitada, pues seguía defendiendo la idea aristotélica de que el dinero era un simple medio de cambio; ignorando la función del dinero como medio de pago y medio de acumulación. Sin duda, estas funciones valoradas por la naciente burguesía, sería el origen de la explosión del capitalismo unos siglos después.

Referencias
Biografías y vidas. Biografías, “William Shakespeare”.  https://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/shakespeare.htm (Fecha de consulta: 1 de febrero de 2019).
Espasa, Gran Enciclopedia Espasa (Bogotá: Espasa, 2005), 7259. Entrada: Anglicanismo;  Lutero, Martín.
Galindo Martín, Miguel Ángel. “La postura de Cervantes y de Shakespeare respecto a la usura”, Anuario Jurídico y Económico Escurialense, XXXVIII (2005): 585-594.
Hernández Miñano, Juan de Dios. “La condena de la usura y el comercio marítimo en los emblemas morales de Sebastian de Covarrubias” Norba-Arte, XIV-XV, Universidad de Extremadura, 1995, 85.
Karl Polanyi, “Comunidad y sociedad. La crítica cristiana a nuestro orden social” en “Textos escogidos de Karl Polanyi” (Buenos Aires: Universidad Nacional de General Sarmiento, 2012), 261.
Kermode, Frank. El tiempo de Shakespeare. México: Debolsillo, 2015.
Shakespeare, William, El Mercader de Venecia. Bogotá: Cupido, 2006.



[1] Espasa, Gran Enciclopedia Espasa (Bogotá: Espasa, 2005), 7259. Entrada: Lutero, Martín
[2] Espasa, Gran Enciclopedia Espasa (Bogotá: Espasa, 2005), 721. Entrada: Anglicanismo
[3] Biografías y vidas. Biografías, “William Shakespeare”. https://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/shakespeare.htm (Fecha de consulta: 1 de febrero de 2019)
[4] Cabe señalar que se tomará el catolicismo en particular, pues en esa época ya habían ocurrido distintas divisiones en el cristianismo: los ortodoxos, los luteranos, los anglicanos, los calvinistas. Cada uno de ellos ha tenido una relación particular con el tema de la usura.
[5] El antisemitismo se define como la tendencia o actitud de hostilidad sistemática hacia los judíos.
[6] Frank Kermode, El tiempo de Shakespeare (México: Debolsillo, 2015),75.
[7] William Shakespeare, El Mercader de Venecia (Bogotá: Cupido, 2006) Acto I, Escena III, 21.
[8] Jacques Le Goff. La bolsa y la vida. Economía y religión en la Edad Media. (Barcelona: Gedisa, 2013), 14.
[9] Miguel Ángel Galindo Martín, “La postura de Cervantes y de Shakespeare respecto a la usura”, Anuario Jurídico y Económico Escurialense, XXXVIII (2005): 585-594.
[10] William Shakespeare, El Mercader de Venecia (Bogotá: Cupido, 2006) Acto I, Escena III, 22.
[11] Juan de Dios Hernández Miñano, “La condena de la usura y el comercio marítimo en los emblemas morales de Sebastian de Covarrubias” Norba-Arte, XIV-XV, Universidad de Extremadura, 1995, 85.
[12] Karl Polanyi, “Comunidad y sociedad. La crítica cristiana a nuestro orden social” en “Textos escogidos de Karl Polanyi” (Buenos Aires: Universidad Nacional de General Sarmiento, 2012), 261.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario