Simplemente no se puede entender a la persona humana sin la sexualidad. La sexualidad es tan constitutiva de la persona que no se puede entender a una persona sin la noción de varón o mujer.
1. Diversidad sexual
La dualidad sexual hace referencia a que la naturaleza humana siempre y solamente se da en dos modos: modo masculino y modo femenino. No hay más, no hay intermedios. Es un dato fundamental que se constata en la realidad.
El sexo biológico (o físico) es el que determina el sexo de la persona, pero no sólo por un factor, sino múltiples: lo cromosómico (del cual se desprenden todos los demás factores y que se determina por la ausencia o presencia de “cromosoma Y” en el último par de cromosomas: XX para la mujer y XY para el varón), lo gonádico (las gónadas que producen las células sexuales: testículos (espermatozoides) en el varón y ovarios (óvulos) en la mujer), lo genital (órganos reproductores: pene en el varón y vagina en la mujer), lo ductual (los demás “órganos” que facilitan lo reproductor: epidídimo, conducto deferente, próstata en el varón y trompas de Falopio, vulva en la mujer), lo hormonal (testosterona en el varón y progesterona y estrógenos en la mujer), lo morfológico (más vello, más altura, más fuerza en el varón; y crecimiento de caderas y senos en la mujer) y lo fisiológico (un metabolismo basal constante en la mujer y más variable en el hombre). Dice Carrell que todas las células se ven impregnadas por el sexo, absolutamente todo el cuerpo se diferencia.
El sexo psíquico es la tendencia que tiene la persona hacia la identificación con un sexo, lo que ella quiere y desea ser. Tiene que ver con los roles y conductas que se adoptan en cada uno. Ciertamente los grupos sociales y la cultura influyen mucho en la consolidación de la identidad sexual. Sin embargo, la cultura no hace madres, tampoco hace padres. La capacidad para procrear está determinada por la biología.
A pesar de que durante épocas anteriores, generalmente los varones se posicionaron como “más importantes” que las mujeres por el siempre hecho de tener cromosomas XY, la reacción feminista y LGBTQ+ en donde el género es una mera construcción sociocultural ha imposibilitado la valoración más real y retadora de la complementariedad, donde el modo femenino complementa y es complementado por el masculino. Así, sus diferencias se perfeccionan mutuamente.
2. La especificidad de la sexualidad humana
La Antropología de la sexualidad humana hace referencia a que vale la pena un estudio más serio y más completo acerca de esta dimensión de la persona humana, que en no pocas ocasiones se ha desdeñado. Comprender al hombre desde este aspecto, es muy esclarecedor, pues cierta es la frase de Nietzsche “la sexualidad penetra hasta lo más alto del espíritu humano”.
Diferencias específicas entre ambos sexos, que no quiere decir que las tenga únicamente un sexo o el otro, sino que hay una diferencia notable en la intensidad y modalidad de tales manifestaciones (cabe recordar que hay notables diferencias entre los individuos):
- La mujer es más sensible que el hombre: siente más rápida y fácilmente (tanto a sí misma como a los demás), tiende a ser comprensiva. También por esto se debe el tiempo y esfuerzo que le dedican al embellecimiento de su cuerpo y su alrededor.
- La mujer es más emotiva que el hombre: la mujer tiende a manifestar lo que está sintiendo (sonríe, llora, ríe). También le lleva a demostrar su cariño y afecto.
- La inteligencia de la mujer es más intuitiva: no necesita de largos y complejos razonamientos (como le pasa más al hombre). Ella capta enseguida y fácilmente.
El modo masculino y el modo femenino tienen algunas cualidades específicas que los hacen más capaces de asumir, no un “rol actoral”, sino una “vocación propia”. La mujer a la maternidad y el varón a la paternidad. Más que querer eliminar estas distinciones, hay que esforzarse es en superar la discriminación y violencia que esto pueda generar.
Con las anteriores distinciones podemos confirmar que ¡la mujer no es igual al varón! ¡Ambos son muy diferentes entre sí! Hay tremendas diferencias anatómicas, fisiológicas, psicológicas. Sin embargo, ello no quiere decir que alguno de los dos tenga supremacía sobre el otro. Todo lo contrario, ¡tanto mujer como varón tienen igual dignidad y tienen los mismos derechos! Hay que afirmarlo y defenderlo con fuerza. En el varón y la mujer se encuentra una igualdad en la dignidad y una maravilla en la complementariedad.
Más allá de la genitalidad: tener sexualidad, más bien, ser sexuado es más que efectuar relaciones sexuales. Este es caso de Cristo, los célibes y las vírgenes que viven su sexualidad, sin tener relaciones genitales. Y ello porque el elemento esencial de la sexualidad no es la genitalidad, sino la relacionalidad. La relacionalidad es lo que nos hace personas, a semejanza de la Trinidad. Y la relacionalidad más que un mero contacto con las demás personas, es ante todo apertura, descubrimiento, encuentro, diálogo, entrega, donación. Entonces, ser sexuado es diferente a tener una vida sexual. Entonces ¿cómo se vive plenamente la sexualidad? Se vive en la mutua complementación entre ambos sexos, no con los genitales, sino con el uso de sus más altas facultades (inteligencia y voluntad) para perfeccionar al otro y perfeccionarse a sí mismos.
La castidad, la he puesto hasta el final precisamente porque ella es la que nos dice cómo se debería vivir la sexualidad aquí en esta vida: con perfección, como se vivirá en el más allá. La sexualidad, al hacer parte de la perfección de la persona humana, estará presente en la otra vida (lo explica San Agustín y Santo Tomás). Cristo al encarnarse también asumió la sexualidad en el modo masculino. Él es modelo perfecto del ser sexuado.
Fuente: "Horizonte vertical" de Ramón Lucas Lucas e ideas personales.
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