1. Cuerpo y corporeidad
El cuerpo es constitutivo en la individuación de la persona humana. Pero hay dos conceptos (dos posturas) que vale la pena aclarar, con el fin de formar una convicción:
Dualismo: es la posición que afirma que hay dos sustancias completas – cuerpo y alma- y que se oponen. Para algunos el cuerpo es la cárcel o la tumba del alma (que ya preexistía antes de entrar al cuerpo). Generalmente, eso hacía que se despreciara el cuerpo o se considerara una parte inferior del hombre (espiritualismo); aunque también podría generar un hedonismo y libertinaje que exalte el cuerpo ante todo (materialismo). Algunos, como Descartes, han querido ubicar la unión del cuerpo y el alma en algún lugar específico, como la glándula pineal.
Dualidad: es la postura que afirma que en el hombre hay dos sustancia -cuerpo y alma- pero que están incompletas y que se complementan mutuamente Según el hilemorfismo aristotélico, el alma (forma) informa al cuerpo (materia) en su totalidad. Esta postura la afirma Aristóteles, Sto Tomás, los escolásticos y los personalistas. La unión no se da en un lugar específico, sino en todo el cuerpo. Por eso somos espíritu encarnado. Se da la dualidad, pero conforma una unidad total. El hombre no se entiende (de hecho, no existe) sin cuerpo o sin alma. Por eso mismo es que la resurrección natural es algo que exige la permanencia de esta perfección uni-dual.
Lo que resulta razonable y coherente con la persona humana es la dualidad en la unidad. No rebaja nada, ni exalta nada. Da lugar a una valorización de ambas sustancias, el cuerpo entendido desde el espíritu y el espíritu que se encarna. Esta valorización lleva a querer desarrollarlo y perfeccionarlo con la ayuda de Dios, en la relación con los demás, en el cuidado de la naturaleza, al forjar el propio proyecto de vida.
2. La espacialidad-la temporalidad: el ser en el mundo
El cuerpo hace al hombre un ser espacial, que se mueve por la geografía terrestre. Y simultáneamente, el cuerpo hace al hombre un ser temporal, que se mueve en la historia.
La primera realidad temporal es el ahora. A partir del ahora se constituye el antes (pasado) y el después (futuro). El animal sólo tiene sensaciones actuales. El hombre se percibe, recuerda, se proyecta al futuro y tiene esperanza, incluso más allá de la muerte.
El cuerpo humano está sujeto a procesos físico-químico-biológicos y sus actividades racionales y espirituales se desarrollan en una unidad psico-física. Nace, crece, se desarrolla en el mundo.
3. El espíritu encarnado
La antropología contemporánea considera insuficiente el tener un cuerpo. La persona experimenta tan íntimamente su cuerpo al grado de identificarse con él: “yo soy mi cuerpo”.
Ciertamente el cuerpo es la condición indispensable para poder habitar en el mundo y vivir la vida. Además, el cuerpo participa en la realización del espíritu.
Pero tengo conciencia de mi propio existir y de mi identidad, a pesar de los posibles cambios corporales. Así, la persona humana es “espíritu encarnado” abierto a un horizonte vertical.
4. Corporeidad, valor moral y cristianismo
La corporeidad no es extrínseca a la moral. Todos los actos del hombre tienen un aspecto corporal y otro espiritual. No podemos considerar nuestro cuerpo como un instrumento o un objeto. La libertad hacia nuestro cuerpo y el de los demás encuentra sus límites en la exigencia fundamental del respeto y el ejercicio del bien. Esto aún sin entrar a cuestión religiosa alguna.
Pero la Revelación cristiana nos muestra la grandeza y los límites del cuerpo humano:
- Creatura: a imagen de Dios, tanto a nivel esencial (uni-dual), como funcional (cuidado transformador).
- Pecadora: por la tentación del maligno y de la inclinación al pecado. Todos compartimos ese veneno mortal.
- Redimida: gracias a la Encarnación, Muerte y Resurrección de Jesucristo por mí y por toda la humanidad.
El compromiso del cristiano es vivir la vida con su auténtica grandeza: disfrutando y cuidando toda la creación natural; cultivando las cualidades físicas, intelectuales, artísticas, que nos ha dado; ejercitando las virtudes; amando a Dios en los hermanos.
Fuente: "Horizonte vertical" de Ramón Lucas Lucas e ideas personales.
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