1. La especial posición biológica del hombre en la naturaleza
Biológicamente el hombre es un ser insuficiente y carencial. Su vida es constante interacción con los demás humanos y con la naturaleza (plantas, animales, minerales, climas).
Pero el hombre difiere sustancialmente de los animales porque posee un cuerpo capaz de ser informado por un espíritu, gracias a su espíritu transforma sus límites en posibilidades.
2. El instinto animal y la inteligencia humana
El instinto animal (que también está presente en los humanos) es una determinada respuesta sensible a un estímulo sensible. El animal y algunos seres humanos se quedan en esa respuesta automática (si tiene hambre, come; si tiene sueño, duerme; si está en celo, se aparea). Sin embargo, el ser humano se puede crear otras respuestas porque se pone a sí mismo otros fines.
Algunos hablan de inteligencia animal cuando ven que ciertas especies se comunican entre sí, trabajan conjuntamente e incluso tienen “técnicas” de “trabajo, diversión y cortejo”. No obstante, el animal repite una técnica heredada y el hombre puede crear cada vez técnicas distintas y se puede adelantar a los problemas. La inteligencia humana es capaz de hacer abstracciones y razonamientos, imposibles para un animal.
El “lenguaje animal” es instintivo, situacional, icónico (relación directa signo-significado) y por tanto limitado. Un mono le puede decir a otro: “Cuidado, viene un jaguar”. En cambio, el lenguaje humano es cultural, simbólico, dígito (múltiples relaciones signo-significado) y por ello ilimitado. Por ello un hombre le puede decir a otro: “El jaguar será nuestro dios protector”.
La inteligencia humana es la que le puede dar sentido a la vida (incluso al sufrimiento) y la única capaz de vislumbrar a Dios, construirle obras magnas y dar la vida por Él. Es imposible para un animal darle sentido a su existencia o creer en algún dios.
3. El hombre trasciende la naturaleza y se coloca teleológicamente en el centro de la naturaleza
El universo está ordenado teleológicamente (la realidad inferior está orientada a una superior) y dado que el hombre es un fin en sí mismo, entonces TODA la creación está por y para el hombre.
Ningún ser material es un fin en sí mismo. Sólo el hombre, que es una dualidad material-espiritual, es un fin en sí mismo. Esto lo hace responsable no sólo de sí mismo, sino de toda la creación.
El hombre no debe ser un dictador explotador de la naturaleza, sino un prudente administrador de los recursos naturales. La explotación económica de los recursos debe ser siempre de forma racional, con perspectiva de cuidado y regeneración, no de destrucción y abandono.
Fuente: "Horizonte vertical" de Ramón Lucas Lucas e ideas personales.
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