29/9/16

Volver a la semilla

Volver a la semilla
Autor: Federico Díaz 
A veces, en momentos en que nos detenemos a pensar sobre los fantasmas de nuestro tiempo, no sabemos por qué ni cuándo los horizontes que un día parecieron regirlo, lo saturaron, dejándolo solo; los ideales que les prometían felicidad y bienestar, lo desampararon.
La causa principal de este fenómeno es la cosificación del hombre, que perdiendo su dignidad, se vuelve engranaje, como diría Sábato. En su afán por dominar el mundo, enarbolando las banderas de la razón y la ciencia, que en vez de ser herramientas para el mejoramiento de su condición de vida, han terminado por individualizarlo.
La prueba más evidente de esta afirmación es el cambio del paradigma social propuesto por el filósofo alemán Byul Chul. Hay quien reemplaza el concepto de obediencia  de Foucault, por el de rendimiento, él sostiene que estamos en la época donde el concepto de “no poder”, válido desde la prohibición, ha evolucionado al poder positivo, donde la persona toma control de sí misma a través del trabajo, donde se explota a sí misma sin ninguna coacción.
Ante este frenético panorama,  la solución es la vuelta a lo esencial de  la vida, reconocer que somos una especie más en el mundo, no el centro del mismo. El afán por la adquisición de nuestro alrededor nos ha hecho pasar por encima de la naturaleza, incluso de nosotros mismos, nos hemos convertido en seres mecanizados, ambiciosos, pero desprovistos de toda humanidad.
Una de las consecuencias más usuales de este devenir es la pérdida de la espiritualidad y del sentido de lo trascendental, en la actualidad se desprestigian estos dos elementos, que fueron la base fundamental de las civilizaciones antiguas y, que son y serán la justificación fundamental del espíritu humano.
No hay espacio para la contemplación, aquella que nos permite reflexionar de manera sosegada, del reinado de la productividad y del afán del dinero; han dado como resultado, según este autor, el decaimiento en enfermedades psíquicas: la más común es la depresión.
En el sentir general se entiende que la espiritualidad es inherente al ámbito religioso, este planteamiento, sin embargo, es erróneo; la masificación del pensamiento ha malogrado la orientación del ser humano, el postulado que propongo se ve guiado, en cambio, por un vínculo íntimo y personal hacia aquello con lo que comparte la misma condición de hermano, o bien sea de criatura.
La segunda consecuencia de la que vale la pena hacer mención y es la causante de la crisis del hombre moderno, es el individualismo, se ha confundido la libertad con el abandono, lo que plantea genialmente Saramago, “pasan todos los días por nuestro lado otros navegantes solitarios…y nadie cruza la calle para decirles: ¿Estás perdido amigo? ¿Estás perdido? ´´ (Saramago, 2013)
Este es un punto neurálgico puesto que es la génesis del sin sentido contemporáneo: el hombre desengañado se siente vacío ante una sociedad que no lo escucha, le pide sordamente rendimiento y eficiencia, por esta razón es incapaz de encontrar en el sufrimiento propio un sentido, o el sacrificio de brindarse a otro.
La palabra de origen latín compadecer, significa ser-con, se debe dejar la parsimonia falsamente diplomática y la moral hipócrita para aceptar al otro en un abrazo que quizás nos salve la vida.       
Un aspecto que ha tomado gran relevancia en los últimos tiempos es la diversificación de los estímulos de atención, este concepto relativamente nuevo  se ha dado como una consecuencia sobre los niños que están creciendo en una nueva generación tecnológica, los especialistas advierten el gran riesgo de las dificultades que ellos tendrán para el aprendizaje y su incapacidad para el desarrollo de su imaginación.
Esta, una nueva generación, hace suya esta sociedad con el caos que lleva a sus espaldas, toman en sus manos la vida, en donde lo tienen todo, pero no tienen a nadie, víctimas de la cosificación que han sufrido sus padres, están más próximos a ser prolongaciones del placer, que personas; hay un miedo al sufrimiento que pretende suprimir toda aproximación o semejanza a este,  los suplen de todo, haciéndolos superficiales y utilitarios.
No es raro por lo tanto que se vea con frecuencia a ancianos olvidados en hogares geriátricos, se ha perdido la noción de lo trascendental, la vejez, la familia, así como la jerarquía padre-hijo, carecen hoy en día de significado, debido a una fragmentación espiritual.
Lo podemos ver en la cotidianidad, hemos optado por alienarnos, lo que se podría ver antes como luchas valientes son hoy fenómenos de moda, como el todavía reciente ataque a Paris o la aceptación homosexual pierden su sentido de unión a favor de una causa por el pretendido ´´apoyo´´ que se brinda sin compromiso, en cambio, no se ha escuchado pronunciaciones sobre los asesinatos afroamericanos por parte los policías estadounidenses, ni que alguien defienda la familia ante la creciente desintegración de los núcleos familiares, porque esto sí implica un compromiso.

Como conclusión, diríamos que el hombre se halla en un gran sinsentido, debido a que las herramientas y las luchas que tanto empeño ha puesto en construir ciencia y razón, han terminado por cosificarlo, arrebatándole su dignidad de ser humano, haciéndolo una máquina productiva, direccionando su  libertad hacia la propia explotación, esta simplificación abarca también el terreno de sus relaciones sociales, caracterizadas por el individualismo y el utilitarismo.

Como solución, propongo volver la mirada hacia la espiritualidad para que el ser humano se reconozca parte integral de aquello que lo rodea, no como superior, sino como criatura o hermano, en segundo lugar el respeto hacia lo trascendental, que no puede verse permeado por los demonios de nuestro tiempo; el afán de dinero y productividad.    

No hay comentarios.:

Publicar un comentario