Volver
a la semilla
Autor: Federico Díaz
A
veces, en momentos en que nos detenemos a pensar sobre los fantasmas de nuestro
tiempo, no sabemos por qué ni cuándo los horizontes que un día parecieron
regirlo, lo saturaron, dejándolo solo; los ideales que les prometían felicidad
y bienestar, lo desampararon.
La
causa principal de este fenómeno es la cosificación del hombre, que perdiendo
su dignidad, se vuelve engranaje, como diría Sábato. En su afán por dominar el
mundo, enarbolando las banderas de la razón y la ciencia, que en vez de ser
herramientas para el mejoramiento de su condición de vida, han terminado por
individualizarlo.
La
prueba más evidente de esta afirmación es el cambio del paradigma social
propuesto por el filósofo alemán Byul Chul. Hay quien reemplaza el concepto de
obediencia de Foucault, por el de
rendimiento, él sostiene que estamos en la época donde el concepto de “no poder”,
válido desde la prohibición, ha evolucionado al poder positivo, donde la
persona toma control de sí misma a través del trabajo, donde se explota a sí
misma sin ninguna coacción.
Ante
este frenético panorama, la solución es
la vuelta a lo esencial de la vida,
reconocer que somos una especie más en el mundo, no el centro del mismo. El
afán por la adquisición de nuestro alrededor nos ha hecho pasar por encima de
la naturaleza, incluso de nosotros mismos, nos hemos convertido en seres
mecanizados, ambiciosos, pero desprovistos de toda humanidad.
Una de
las consecuencias más usuales de este devenir es la pérdida de la
espiritualidad y del sentido de lo trascendental, en la actualidad se
desprestigian estos dos elementos, que fueron la base fundamental de las
civilizaciones antiguas y, que son y serán la justificación fundamental del
espíritu humano.
No hay
espacio para la contemplación, aquella que nos permite reflexionar de manera
sosegada, del reinado de la productividad y del afán del dinero; han dado como
resultado, según este autor, el decaimiento en enfermedades psíquicas: la más
común es la depresión.
En el
sentir general se entiende que la espiritualidad es inherente al ámbito
religioso, este planteamiento, sin embargo, es erróneo; la masificación del
pensamiento ha malogrado la orientación del ser humano, el postulado que
propongo se ve guiado, en cambio, por un vínculo íntimo y personal hacia
aquello con lo que comparte la misma condición de hermano, o bien sea de
criatura.
La
segunda consecuencia de la que vale la pena hacer mención y es la causante de
la crisis del hombre moderno, es el individualismo, se ha confundido la
libertad con el abandono, lo que plantea genialmente Saramago, “pasan todos los
días por nuestro lado otros navegantes solitarios…y nadie cruza la calle para
decirles: ¿Estás perdido amigo? ¿Estás perdido? ´´ (Saramago,
2013)
Este
es un punto neurálgico puesto que es la génesis del sin sentido contemporáneo:
el hombre desengañado se siente vacío ante una sociedad que no lo escucha, le
pide sordamente rendimiento y eficiencia, por esta razón es incapaz de
encontrar en el sufrimiento propio un sentido, o el sacrificio de brindarse a
otro.
La
palabra de origen latín compadecer, significa ser-con, se debe dejar la
parsimonia falsamente diplomática y la moral hipócrita para aceptar al otro en
un abrazo que quizás nos salve la vida.
Un
aspecto que ha tomado gran relevancia en los últimos tiempos es la
diversificación de los estímulos de atención, este concepto relativamente
nuevo se ha dado como una consecuencia
sobre los niños que están creciendo en una nueva generación tecnológica, los
especialistas advierten el gran riesgo de las dificultades que ellos tendrán
para el aprendizaje y su incapacidad para el desarrollo de su imaginación.
Esta,
una nueva generación, hace suya esta sociedad con el caos que lleva a sus
espaldas, toman en sus manos la vida, en donde lo tienen todo, pero no tienen a
nadie, víctimas de la cosificación que han sufrido sus padres, están más
próximos a ser prolongaciones del placer, que personas; hay un miedo al
sufrimiento que pretende suprimir toda aproximación o semejanza a este, los suplen de todo, haciéndolos superficiales
y utilitarios.
No es
raro por lo tanto que se vea con frecuencia a ancianos olvidados en hogares
geriátricos, se ha perdido la noción de lo trascendental, la vejez, la familia,
así como la jerarquía padre-hijo, carecen hoy en día de significado, debido a
una fragmentación espiritual.
Lo
podemos ver en la cotidianidad, hemos optado por alienarnos, lo que se podría
ver antes como luchas valientes son hoy fenómenos de moda, como el todavía
reciente ataque a Paris o la aceptación homosexual pierden su sentido de unión
a favor de una causa por el pretendido ´´apoyo´´ que se brinda sin compromiso, en
cambio, no se ha escuchado pronunciaciones sobre los asesinatos afroamericanos
por parte los policías estadounidenses, ni que alguien defienda la familia ante
la creciente desintegración de los núcleos familiares, porque esto sí implica
un compromiso.
Como
conclusión, diríamos que el hombre se halla en un gran sinsentido, debido a que
las herramientas y las luchas que tanto empeño ha puesto en construir ciencia y
razón, han terminado por cosificarlo, arrebatándole su dignidad de ser humano,
haciéndolo una máquina productiva, direccionando su libertad hacia la propia explotación, esta
simplificación abarca también el terreno de sus relaciones sociales,
caracterizadas por el individualismo y el utilitarismo.
Como solución,
propongo volver la mirada hacia la espiritualidad para que el ser humano se
reconozca parte integral de aquello que lo rodea, no como superior, sino como
criatura o hermano, en segundo lugar el respeto hacia lo trascendental, que no
puede verse permeado por los demonios de nuestro tiempo; el afán de dinero y
productividad.
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